domingo, 23 de agosto de 2009

Anecdotario (6ª visita)

Como todas las mañanas, después de ducharme y despertar mis sentidos, baje al comedor del hotel para alimentar mi cuerpo.
Disfruté de un suculento desayuno, a base de fruta y cereales, sin olvidar el tan necesario y aditivo café.
Dispuse mi mochila con todo lo necesario para saborear los encantos de la ciudad: sus monumentos, sus edificios, sus museos… Pero, como siempre me ha ocurrido en todos mis viajes, lo que más me enamoró de esta ciudad, fueron sus gentes: seres animados, de distinta cultura, religión, que siempre nos presentan lo mejor de cada uno; personas que con sus defectos, sus miedos, son capaces de dar lo mejor de ellos para agradar al visitante; cada uno con lo que puede: con una información, con la mejor de sus sonrisas, con el hablar alto pensando que le entenderás ante la falta de recursos para poder comunicarse en tu idioma…
Terminé mi visita, en una pequeña tasca, donde no importaba la apariencia que tuvieras, sino lo que pudieras aportar: una idea, una sonrisa, una ronda…, con la sensación de no importar la apariencia, sino la persona.

1 comentario:

  1. Realmente esta es la forma en que a mi me gusta disfrutar de Madrid, la ciudad en la que vivo, y de sus gentes, con sus alegría sus penas sus ruindades y sus grandezas (y también con las mías propias)
    www.SlowMadrid.com

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